La timidez, la humildad, el tratar de no molestar, de pasar por los alientos de vida sin que el existir ocupe un espacio, el llegar por la necesidad al mundo de los demás sin posar el pie en la realidad, casi la antimateria, esa era Guxamín.
Cuando yo me planteo pasar el inexistir de Guxamín a la realidad corpórea en un trozo de madera, se me hace difícil, no la forma, ya que para eso sólo tengo que hacer en tres dimensiones la imagen que Baltasar Cué Fernández plasmó en el papel, si nó, el reflejar en un trozo de madera inerte la ansiedad de pasar flotando por la vida, de pasar sin molestar, el representar la sensación de pedir disculpas por expresar la necesidad de vivir. Se me hacía dificil lograr la forma etérea que pudiese expresar en la mirada y en todo su conjunto la sensación de no estar.
La escultura de Guxamín es una pieza en la que el movimiento, la sensacion de no ocupar espacio, la expresión de tristeza y la mirada de humildad y súplica de perdón, son valores que se encuentran presentes.
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